Personajes:
- Chica: ingenua, piensa que el rizador que le regalaron a su hermana hace mil años puede ser maravilloso. No sospecha que en realidad lo regalaban por una razón: nadie lo quería comprar porque es el peor invento capilar del mundo.
- Utensilio en cuestión: rizador con peine de Schwarzkopf (aunque esta historia y sus consecuencias pueden extrapolarse a cualquier rizador/moldeador con peine, independientemente de la marca).
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Utensilio de tortura capilar |
- Voz en off: padre de la chica. No sospecha nada de lo que le sucede en realidad al pelo de su hija.
Situación:
3 de la tarde, sábado. Una chica de unos 20 años se mira desesperada en el espejo del baño. No puede creer cómo ha llegado a tener un rizador con peine enredado en el pelo. A lo lejos, con la puerta cerrada del baño, se escucha a su padre gritarle para que vaya a comer. Ella lo ignora. Tiene cosas más importantes que resolver en ese momento: su pelo, y el posible desastre que pueda derivarse.
Desarrollo:
- Lo primero de todo: desenchufar el cacharro de la muerte. NO vaya a ser que encima de estar enredado, se le fría el pelo.
- Segundo paso: respirar, controlar el ataque de pánico y evaluar la situación real. El pelo esta muy enredado. Enredadísimo. La capa afectada es la más superficial, así que cortar el mechón casi a ras del cuero cabelludo queda descartado totalmente. Hay que evaluar otras opciones. Mientras, se controla otro ataque de pánico intentando respirar. Se hace caso omiso de las llamadas del padre. Ahora no hay humor para comer.Y menos con un rizador de pelo enganchado.
- Paso 3: Se cogen unas tijeras, y se intenta cortar las púas del peine, pensando, ingenua, que así será más fácil desenredar el pelo. Resultado: nulo. A pesar de los esfuerzos y del cuidado por no cortar ningún mechón de pelo, se sospecha que alguno se ha cortado, junto con las púas del peine. Pero aún no es posible saberlo. De todas formas, tenemos un montón de púas de plástico en el lavado, y el rizador sigue en el pelo. Mal asunto.
- Paso 4: se decide que el rizador ya no va a ser usado más (por si quedaba alguna esperanza o duda, la chica es muy ingenua y no aprende de la experiencia. Aún.). Como no se va a usar más, la chica hace acopio de todas sus fuerzas, y parte el cacharro de la muerte. Ahora, el tubo metálico con púas sigue enredado, pero no pesa tanto, porque se ha separado del mango. Se empieza a vislumbrar la luz al final del túnel.
- Paso 5: la chica ve cómo desaparece su felicidad momentánea. Ya no sabe qué más hacer. Cortar no es una opción. En el último instante antes de otro ataque de pánico, piensa en la caja de herramientas. Quizás alli pueda encontrar algo útil. Sale del baño e intenta que su padre no le vea en esa situación tragicómica. Lo consigue, pero contesta a sus llamadas a comer con un escueto: "ahora no puedo, estoy haciendo... ¡unas cosas!". En la caja de herramienta coge varios tipos de destornillador: de estrella y planos. Habrá que probar suerte.
Desenlace:
Otra vez frente al espejo. Destornillador en mano. Una mirada desafiante al utensilio de la muerte. Ahora, la chica está decidida: una lucha a muerte entre el cacharro y ella. Sólo puede quedar uno: su pelo.
Desatornilla el tornillo de la pieza d plástico de la punta. El cacharro no cede. Aún quedan dos tornillos en la base del tubo (antes ocultos por el mango, ahora roto y despiezado). Uno fuera. Nada. El otro fuera. Nada. La chica ya no tiene nada que perder. Hace palanca con el destornillador en la base donde acaba de quitar los tornillos. ¡CLAC! Casi se pilla la piel de la mano con el destornillador, pero nada importa ya.
La chica ve cómo se desmonta el tubo metálico, liberando los peines enredados. Ahora será más fácil. SÓLO hay que desenredar los peines de la maraña.
Con un poco de paciencia y una buena cantidad de aceite de oliva, se consiguen desenganchar los peines del pelo. Resultado: un enredón considerable y el pelo estropajoso. Con un buen cepillo se desenreda completamente, pero nuestras sospechas al cortar las púas se hacen realidad: varios mechones fueron cortados, y un bolo de pelo sano y largo se pierde en el vater, como testigo mudo de lo que pudo haber sido una catástrofe mayor y, finalmente, no lo fue.
Epílogo:
Afortunadamente, una vez el pelo lavado y peinado, no se notan los mechones desaparecidos.
En la basura, descansa ahora la caja del cacharro de la muerte. El propio rizador se encuentra recluído en un cajón, a la espera de ir a parar al punto limpio más cercano.
La chica, al verlo, piensa: "Tú y yo podríamos haber sido amigos. Compañeros de batallas. Pero decidiste jugártela y has perdido. Adiós, pequeño, adiós. Ojalá te reciclen en un secador y nos demos una segunda oportunidad."
Moraleja:
No compréis nunca un rizador de tubo con peine. Compradlo con tubos intercambiables de diferente grosor, para conseguir ondas variadas según lo que necesitéis. Y, acuérdate, ¡SIN PEINE!
¿Me podéis recomendar algún moldeador con tubos intercambiables? De precio asequible, a ser posible. ¿Habéis tenido vosotras algún mal episodio como el mío? ¿Cómo lo solucionasteis?